Ahora, tras 16 años de mandato, se retira Angela Merkel. No es el momento ni el lugar de hacer balance de tan largo período, pero puede ser la oportunidad de preguntarse cómo ha conseguido ese récord.
Por Enrique Banús. 04 octubre, 2021. Publicado en El Peruano, el 2 de octubre de 2021.Con ciertos fastos (no siempre exentos de dispendio y, en ocasiones, con un toque de huachafería) se celebran en muchos países los quinceañeros. Si se celebraran en Alemania, habría unos 12 millones de jóvenes que lo habrían conmemorado bajo el mismo jefe de gobierno que cuando nacieron.
Ahora, tras 16 años de mandato –cuatro veces elegida democráticamente–, se retira Angela Merkel. No es el momento ni el lugar de hacer balance de tan largo período, pero puede ser la oportunidad de preguntarse cómo ha conseguido ese récord, que incluso supera a los 15 años de Daniel Craig en el papel de James Bond. Parece complejo explicarlo y, sin embargo, es bien sencillo: dos frases, de tres palabras cada una (en el original alemán), podrían ser la clave.
La gran crisis de credibilidad vino tras pronunciar la frase “Wir schaffen es”, que se traduce como “lo conseguiremos” o “lo vamos a conseguir”. Era el momento en que oleadas de refugiados llegaban a Alemania (y otros países de Europa) huyendo de la guerra, de la destrucción, de la miseria. La población reaccionó con entusiasmada solidaridad. Ella se puso al frente de esa corriente de simpatía y, evocando sin decirlo otros momentos de la historia en que los alemanes “lo habían conseguido”, resumió en esa frase la disponibilidad a la apertura de fronteras. Luego, los alemanes fueron matizando el entusiasmo porque junto a mucha muy buena gente llegaron también problemas y efectos indeseables.
Ahí se tambaleó su prestigio, basado precisamente en la seguridad que irradiaba. Consiguió ser reelegida. Y otras tres palabras, pronunciadas en un debate televisado, fueron claves: “Sie kennen mich.” “Ustedes me conocen.” ¿Está ahí el secreto? En estos días de despedida, la prensa se llena de fotos que recorren esos dieciséis años. Hay dos curiosas series: una muestra, a lo largo de los años, un gesto típico de las manos, cuando está escuchando; la otra, también de años, su famoso saco, en colores distintos, pero siempre el mismo corte. “Ustedes me conocen”. Incluso en esos detalles externos, estabilidad.
Ese podría ser el secreto: estabilidad, confiabilidad, casi previsibilidad. Decisiones claras, transmitidas en un lenguaje bastante directo. La sensación de que sabe hacia dónde va, que no se mueve al hilo del viento que sopla en cada momento. Ha habido cambios en la línea de sus decisiones políticas, algunos incluso de gran calado, pero sin dar la impresión de una persona que va probando por aquí y por allá.
En estos años, Alemania ha superado crisis importantes: la de digerir una reunificación muy complicada, iniciada antes de su llegada al gobierno, la citada crisis migratoria, la fuerte crisis económica, la crisis sanitaria de la pandemia. Crisis que también han tenido efectos sobre las relaciones de Alemania con otros países y dentro de la Unión Europea, que a veces parecía superada por estos avatares.
Obviamente, el haber salido de las crisis, mejor que los países del entorno, no es mérito de una persona: en lo sanitario ha jugado un papel importante la descentralización de las instituciones hospitalarias; en lo económico, la fuerza de los miles y miles de pequeñas y medianas empresas en un entorno jurídico e impositivo estable; en lo político, una estabilidad de varios partidos en el centro del espectro; en lo social, la fuerza de la clase media; y así sucesivamente. Pero si al frente de la orquesta se encuentra –por utilizar un símil no del todo adecuado– un director que parece que no conoce la partitura, que señala en una dirección y luego en otra, que con el gesto contradice lo que afirman sus palabras, de poco sirven todas las buenas cualidades de cada instrumentista.
En julio, Angela Merkel fue a despedirse de la reina Isabel II, que, desde luego, le gana ampliamente en permanencia en el cargo: fue coronada en 1953. Hay británicos, por lo tanto, que se van jubilando en el reinado de la misma persona que los vio nacer. No es comparable, claro, pero, cuando al fin pase la corona a su hijo –¿o directamente a su nieto?– también habrá que buscar si el secreto fueron tres palabras.
Repito: no es un balance, que sería mucho más matizado y complejo, solo un intento de explicar por qué muchos alemanes podrían haber celebrado su quinceañero viendo en la televisión a la misma persona que ya salía cuando nacieron. “Ustedes me conocen”. Y tanto.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.